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Estreñimiento en niños: la importancia de comer bien

En los casos de estreñimiento simple, unos correctos hábitos alimentarios pueden, por sí solos, conseguir resultados satisfactorios y una defecación regular.

Para que la dieta funcione, la ración de fibra a través de los alimentos debe ser suficiente, teniendo en cuenta que las dosis recomendadas son:

9-11 gramos/día para niños entre de 4 a 6 años;
12-15 gramos/día entre los 7 y 10 años;
y 16-19 gramos/día entre los 11 y 14 años de edad.

En niños con una edad inferior a 1 año, la Pediatra aconseja acudir a alimentos tales como papillas de frutas, verduras y cereales, advirtiendo que para los niños por debajo de los 4 años de edad no son recomendables los suplementos dietéticos o fibras comerciales purificadas.

En cuanto a los niños en edad escolar, numerosos estudios de epidemiología nutricional han puesto de relieve que, en general, sus costumbres alimentarias no son, precisamente, las más idóneas para combatir el estreñimiento. Estos hábitos dietéticos, en ocasiones, vienen condicionados por sus propios gustos pero, frecuentemente, son los propios padres y educadores los responsables de ellos, por no tener la paciencia suficiente y carecer del tiempo necesario para educar al niño en unos patrones alimentarios correctos. Por ello, en general, los niños tienen un consumo escaso de alimentos ricos en fibra y, en su lugar, se decantan por los alimentos ricos en proteínas y en hidratos de carbono refinados.

Combatir el problema del estreñimiento en la infancia a través de unos hábitos dietéticos correctos no tiene por qué suponer un suplicio ni para el niño ni para los padres o educadores. Es cuestión de paciencia y de saber combinar los alimentos a lo largo del día, para que el niño tome la ración de fibra suficiente sin necesidad de tener que comer siempre lo mismo, porque su alimentación ha de ser equilibrada y esto implica que tiene que comer de todo.

Un patrón alimentario rico en fibra, idóneo para ayudar a combatir el estreñimiento infantil, sería el siguiente:

- Alternar el pan blanco con, al menos, una ración de pan integral al día, acompañado de mermelada, miel, un poco de aceite de oliva y azúcar, mantequilla o margarina. Los cereales también son una buena forma de introducir fibra en la dieta, mediante la ingesta de cereales integrales que, además, se pueden mezclar con otras variedades y con tropezones de fruta. En el desayuno o en la merienda son alimentos perfectos.

- Retomar los platos "de cuchara" para el almuerzo, por ser excelentes: guisos de legumbres -muy ricas en fibra-, menestras, sopas de verduras, etc. Estos platos pueden alternarse perfectamente con los alimentos más habitualmente preferidos por los niños, como son las patatas, las pastas y el arroz.

- Buscar guarniciones a las carnes, huevos y pescados que sean ricas en fibra y que vayan más allá de las patatas fritas, que tanto les gustan. Por ejemplo, servir una guarnición de ensalada muy variada, siempre aderezada con aceite de oliva, que puede contener: lechuga de distintos tipos, tomate, pepino, pimiento verde y rojo, maíz, espárragos, zanahoria, habas tiernas, arroz integral e, incluso, incorporar trocitos de fruta (manzana, por ejemplo) y de frutos secos (nueces).

- Hacer de la fruta el postre habitual (naranja, manzana, plátano, pera, kiwi) o, al menos, prever un consumo de 2 a 3 piezas al día repartidas entre el desayuno, almuerzo, merienda y cena. También se le puede dar al niño en forma de zumo: es preferible sin colar, para que conserve la fibra de la pulpa.

- En las cenas también es posible facilitarles alimentos ricos en fibra: un sandwich vegetal con bonito y huevo duro, una pizza vegetal (con champiñón, pimiento, tomate natural...), etc.

Muy importante: el niño tiene que tomar líquidos en abundancia. Un truco, para conseguir que los refrescos sean esporádicos y evitar, así, que las calorías vacías se incorporen a la dieta quitándole el apetito, es lograr que el niño beba abundante agua durante las comidas.

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